Ecuaciones de violencia: entre la familia y la escuela


     Algunas veces hemos escuchado el comentario de que las personas aprenden los valores en sus hogares y los manifiestan en los salones de clase. Otras veces son los mismos padres quienes dicen “¿Es que a ti no te dan educación en la escuela?” A decir verdad suena contradictorio y uno, sin más, se queda en el aire. De igual forma, he visto cómo periódicos y comentaristas en mi país han dicho que la mujer debe protegerse de los hombres; proclamar la No violencia contra la mujer y educar bajo la perspectiva de género. El discurso mayormente se refiere a las mujeres que son agredidas, entonces ¿Dónde quedan esos hombres que también son víctimas? No niego que esta idea con el tiempo ha cambiado las leyes y debilitado el concepto y la acción androcéntrica, pero si el discurso de victima solo se refiere a lo femenino, y el de acosador como parte de lo masculino, se mantendrá vigente la noción de que “los hombres no lloran” o “no te dejes dar que tú eres hombre”. Esto es corroborado por varios estudios (CIESAS, 2009; Watkins Mauthner, Debbie Epstein, & Leonard, 2005) donde sus resultados señalan que aun teniendo un discurso jurídico e institucional que fomenta la igualdad y no discriminación, dichas ideas no han impactado lo suficiente en el ámbito escolar. Una posible causa sea que su rutina no posibilite la proactividad con la comunidad, y como consecuencia exista una carencia de comunicación para combatir de manera eficiente el acoso (Watkins et al., 2005).
Por otra parte, es bien sabido que el contexto juega un papel muy importante en todo esto. Muy contrario a la idea general, en Reino Unido, Watkins et al. (2005) realizaron un estudio donde sus resultados muestran que algunas escuelas en los sectores considerados con altos índices de delincuencia tienen niveles bajos de violencia al igual que las áreas que donde no la había.
Otra variable que juega un papel importante en las relaciones entre los niños, niñas y adolescentes y su grupo de pares es el apoyo parental junto a la comunicación entre estas y estos (Patterson, Kuppersmidt y Griesler, 1990). Dicha interacción social tiende a extenderse hacia el grupo de iguales de la misma forma en que fue transmitida por parte de sus progenitores (Matza, Kupersmidt y Glenn, 2001; Parke, 2004 en Estévez, Martínez, Moreno, & Musitu, 2006). Esto quiere decir que si en la casa las situaciones conflictivas se solucionan de manera violenta, tanto verbal como físicamente, se estará promoviendo el uso de dichas herramientas en las y los más pequeños y/o jóvenes. Díaz-Aguado (1986) corrobora lo anterior y agrega que cuando se ingresa a la escuela, el aprendizaje previo se reproduce haciendo que dichas conductas “molestosas” no sean del agrado de la parte docente ni de sus iguales quienes la/lo apartarán del grupo a manera de rechazo.
La experiencia de ser rechazado supone una situación estresante para el\la adolescente con consecuencias negativas en su ajuste psicosocial (Estévez, Martínez, Moreno, & Musitu, 2006) debido a que no sabe interpretar el impacto de sus conductas en las demás personas porque los únicos comportamientos que han sido reforzados han sido aquellos con los que ha ganado la atención de sus padres aun sea para recibir un castigo. En este punto he de aclarar este factor de riesgo en el hecho de que no todos los adolescentes que participan en conductas violentas son rechazados, ni viceversa (Graham y Juvonen, 1998 en Estévez et al., 2006). Pero bien, de rechazos caigamos de nuevo en la “violencia de género”. La campaña de desprecio e intolerancia hacia patrones culturales no es equivalente a la protección de un grupo de personas, es caer en el mismo juego...la imposición. Reflexionemos…Pellegrini (2001 en Viejo, 2014) plantea que ambos sexos en la adolescencia usan distintas formas de cortejo, mientras que los varones tienden a preferir formas rudas, las mujeres se van por los insultos o las ironías. Aun con esa carga de agresividad esas estrategias quizás sirvan como puente de enlace entre los pares siendo valoradas de y/o como una manera de generar un interés en la otra persona. Esto puede llegar a tener consecuencias graves si no se distingue entre el cortejo y la agresión cayendo en la justificación de la violencia en cualquiera de sus formas.
Todo lo anterior nos muestra que debemos adaptarnos ante las nuevas situaciones, no despreciar a las personas, entender que tanto mujeres como hombres están propensos a ser víctimas o agresores/agresoras...y sobre todo a ser el ejemplo de nuestros mensajes.

     Es por eso que deseo terminar diciendo que, al menos para mí, la enseñanza  tanto en la escuela como en el hogar debe ser orientada a la formación integra de personas humanas. Si, ser persona no es lo mismo que ser humano. Lo humano convive en una aceptación de coordinaciones en coordinaciones consensuales para establecer un lenguajear que nos permita amar a las y los demás ¿Complicado? No, aunque Maturana me hizo un lío cuando lo leí también. En resumen, lo que él quiere decir es que lenguaje es el medio  que une a los humanos mediante un acto de amor. Cuando hay amor conocemos, y al conocer, aceptamos al otro tal como es. Si no existe un lenguajear de ese tipo estamos negando la existencia de los demás, su oportunidad para ser no un feminista, machista, blanco o negro sino humano.

Referencias CIESAS. (2009). Informe Nacional sobre Violencia de género en la Educación Básica de México. México. ISSN: 978-607-95351-1-7 Estévez, E., Martínez, B., Moreno, D. & Musitu, G. (2006).

Relaciones familiares, rechazo entre iguales y violencia escolar. Cultura y Educación: Culture and Education, 18(3-4), 335-344. doi: 10.1174/113564006779173046

Viejo, C. (2014). Violencia física en las relaciones sentimentales adolescentes: hacia la comprensión del fenómeno. Infancia y Aprendizaje: Journal for the Study of Education and Development, 37(4), 785-815. doi: 10.1080/02103702.2014.977110
Watkins, C., Mauthner, M., Debbie Epstein, R. H. & Leonard, D. (2005). School violence, school differences and school discourses. British Educational Research Journal, 33(1), 61-74. doi: 10.1080/01411920601104441




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