30 minutos

Fecha: 11/12/12

     Abordo el transporte público y espero a que arranque. Pasan 5 minutos y llegan pocos pasajeros. Afuera veo un niño limpiabotas que no pasa de 9 años un poco enojado. ¿Estará enojado porque no ha encontrado clientes? ¿Estará enojado porque tiene hambre? O en resumidas cuentas, ¿Estará enojado por la vida que lleva? En fin, eso solo lo sabrá él. Bueno, a menos que se lo preguntemos. Detrás de él surge otra escena. Un testigo de Jehová le platica de Dios a un universitario. El joven parece prestar mucha atención, y al notar esto, el predicador afinca más sus explicaciones.
Av. W. Churchill, Santo Domingo
Fuente: http://www.panoramio.com/photo/24362990
     Llevo 3 minutos observando lo mismo y me llega a la mente. ¿Habrá visto el predicador al niño? Y si fue así, ¿No sería bueno que también le hablaran de Dios?... Arranca la guagua y me voy con esas dudas en un recorrido de 30 minutos hasta llegar a la universidad. Miro por última vez el recuadro concluyendo que no es justo tratar a las personas por su apariencia o por el beneficio que podríamos sacar de estas. Quizás esté equivocado y el testigo de Jehová haya planteado hablarle de Dios al niño para darle aliento sobre su situación pero, ¿Cómo le hablas de Dios y de un mejor mundo a alguien que no sabe si podrá comer hoy?

     Son las 9 de la mañana, sin embargo, observo muchas personas mirando el panorama. ¿Serán vagos? ¿Tendrán trabajo? Algo en lo profundo de mi me hace desechar esas preguntas y generar una nueva ¿Habrá trabajo para ellos? En una parte creo que sí –me respondo–,  lo que pasa es que la mayoría de los dominicanos hacen en otro país, los trabajos que aquí nunca harían. Por otro lado, las cosas no están muy bien que digamos, y más después de esta campaña electoral donde el dinero del pueblo fue tirado a la calle por nuestros candidatos.
     “En el suelo abatido, se alejó y ya no quiere regresar . Se para la guagua en la 27 de Febrero y suena la bachata (Soberbio) de Romeo Santos en un carro cercano a nosotros... 27 de febrero de 1844, Duarte, Sánchez y Mella líderes del grupo “La Trinitaria” salieron a las calles con la frase “Dios, Patria y Libertad” para proclamar lo que hoy somos, República Dominicana. Esta avenida tan recurrida nos muestra otra realidad. Miro a un señor sin su brazo derecho, pero no fue uno de esos combatientes. Es un héroe, pero de esta generación, donde se combate a diario para sobrevivir ante tanta miseria. Lentamente con la carga de los años y  una gorra en la mano, se acerca para que depositemos una que otra moneda. Preguntarnos si de eso vive sería algo estúpido pero preguntarnos cómo vive son “otros 500”. Recuerdo ayer cuando iba a sacar unas monedas para una señora que me pidió pasaje (1/2 dólar) porque no tenía. Al momento un oficial me alcanzó y me dijo “no se las des, esa mujer tiene 3 apartamentos”. Pensaba que era mentira por cómo se veía pero recordé rápido y es una mujer muy famosa en estas calles por esa acción por lo tanto, le hice caso al policía.

Guagua voladora
Fuente: http://elsitiodeanyi.blogspot.com/2010/08/
una-guagua-voladora-dominicana.html
     Sigo en el mismo trayecto, esta vez en la John F. Kennedy. A 12 minutos restantes para llegar a mi destino se siente la armonía y el calor humano de mis compatriotas. Cuando digo armonía y calor humano lo digo literalmente puesto a que vamos 25 (¡y cabe otro!) en un espacio donde civilizadamente pueden ir 15. Esas son las reglas, nos adaptamos y/o pagamos las consecuencias, quiero decir, el alto precio de los combustibles y los taxis con sus tarifas en las nubes.
     La idea de desarrollo está muy mal empleada. No puede llamarse desarrollo a esta forma de vida. Tampoco podría llamarse desarrollo a los túneles, elevados, autopistas y demás. Pienso que esa idea solo se concibe cuando los habitantes de determinado sitio se sienten bien con el estilo de vida que llevan, sea el que sea.

     Pensamientos van y vienen pero al fin llego, tarde pero llego. Lo primero que hace mi colega Arturo al sentarme es decirme -oye, no entiendo inglés. Con todo lo que me ha pasado antes de llegar a clases le respondo: –yo no entiendo la vida… Y la lección más grande de todo mi trayecto fue lo que me respondió: –¿Si? ¿Y quién la entiende?...


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